No miremos para los lados, frente a la ignominia policial de las ejecuciones extrajudiciales, que es lo mismo que decir, asesinatos.
Los intercambios de disparos son la mayor incapacidad y vergüenza en el Siglo XXI.
En República Dominicana, no existe la pena de muerte, cualquier ciudadano, no importa el delito, debe ser entregado a las Autoridades para ser juzgado conforme al debido proceso constitucional.
La brutalidad policial y los crímenes del Dicrim, son inaceptables; el pueblo no paga para que lo maten, sino para que lo cuiden.
Ojalá el Ministerio Público asuma su rol y no solo someta a los Dicrim, que cumplen órdenes ilegales, sino que haga que paguen sus jefes y los jefes de los jefes y que la cárcel sea su morada.
Solo así, se le pondrá fin y el uniforme policial dejará de mancharse de sangre, porque no es el color del uniforme que reforma, sino la mente.
No más sangre en un país democrático.
