Convento de los Dominicos: historia, belleza y majestuosidad

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El Convento de los Dominicos es uno de los testigos más antiguos de las construcciones españolas en América. Su construcción se inició en 1510, cuya obra se erigió en uno de los bordes de la ciudad de entonces, convirtiéndose en un punto religioso de referencia para los pobladores. Desde su llegada a América, la orden de predicadores participó activamente en la vida de la ciudad, advirtiendo sobre los abusos cometidos por los conquistadores en contra de la raza nativa, lo que motivó el famoso Sermón de Adviento en 1511.

Fray Antón de Montesinos fue el portavoz de la decisión de los dominicos de denunciar los maltratos a que estaban sometidos los nativos por parte de los encomendadores, convirtiendo la colonia en la primera en la historia en reclamar los derechos humanos en una sociedad que permanecía todavía con mentalidad medieval, esclavista y desprovista de todo sentido de igualdad, conceptos que se difunden mucho después con la Revolución Francesa.

La labor educativa de los religiosos de la Orden de los Dominicos se mantuvo siempre activa creando en 1518 un Estudio General de puertas abiertas, convertido 20 años después en la Universidad de Santo Tomás de Aquino, siendo ésta la primera universidad de América. La construcción y supervisión de la iglesia y convento fue confiada a Rodrigo de Liendo, maestro cantero de gran experiencia.

A la iglesia se accede a través de una pequeña plaza que conserva el recuerdo de los atrios donde la población sin bautizar se reunía para recibir las instrucciones que les permitieran practicar su fe, eje fundamental para expandir el reino de España en el nuevo mundo. Desde esta se tiene acceso al claustro, a la capilla de la Tercera Orden, construida en 1759, y a la edificación de la universidad, hoy demolida, quedando como testigo los vestigios murales en el pavimento.

Desde ahí se pueden apreciar las esculturas que se han erigido detrás de la capilla, en homenaje a dos importantes personajes de la historia dominicana: la insigne poetisa y educadora Salomé Ureña y la del puertorriqueño Eugenio María de Hostos, quien fundó en ese local la primera escuela de formación de maestros para escuelas secundarias del país. De ahí hasta el mar, se extendían los huertos del convento. Antes de entrar al recinto apreciamos la hermosa fachada de la iglesia con las modificaciones realizadas en 1746, cuando fue sometida a remodelaciones mayores, debido al mal estado en que se encontraba como consecuencia de los frecuentes terremotos que se producían en la isla.

Dividida en dos cuerpos por una gruesa moldura, se destaca en el cuerpo inferior la puerta original con arco de medio punto apuntado y las cerámicas de las enjuntas.  Resaltan dos pilastras colocadas a cada lado de la puerta por el contraste entre el ladrillo de construcción y el blando de la pintura. El rosetón del cuerpo superior se encuentra enmarcado en las ramas de un rosal pintado de rojo, detalles que agregaron un tímido barroco a esta fachada. Debajo del medallón, el escudo dominico, pilastras y hornacinas con las imágenes de San Francisco de Asís y Santo Domingo de Guzmán, completan el conjunto.

Entramos al templo por la puerta principal y al mirar hacia arriba podemos admirar la bóveda que soporta el coro alto, casi plana con nervaduras circulares, más ornamentales que estructurales, revelando la audacia constructiva e ingenio decorativo de los alarifes españoles.
En la pared sur del templo se encuentra, como testigo de las pinturas murales que cubrían la iglesia desde su construcción, una pintura mural del siglo XVII, con la imagen de un fraile que parece llevar en sus brazos al niño Jesús.
Este templo consta de una sola nave, como todas las iglesias de la ciudad, a excepción de la Catedral que por ser la iglesia mayor fue construida con tres naves.
Está cubierta por una bóveda de medio cañón que data de las remodelaciones realizadas en el siglo XVIII, sustituyendo las bóvedas originales que posiblemente fueron bóvedas de crucería.

El púlpito del siglo XVIII tallado en madera, es una hermosa pieza con relieves en pan de oro que se destaca en el lateral derecho.
El cuerpo ofrece una vista panorámica del conjunto donde se aprecian los retablos tallados en piedra en las paredes laterales y la hermosa bóveda de crucería sobre nervaduras que lo cubre.

En el centro del presbiterio, detrás del altar mayor, sobresale un hermoso retablo de madera de gran tamaño, con elementos clásicos, barrocos y rococó, procedente del siglo XVIII. Numerosos retablos de los siglos XVI y XVII completan el conjunto artístico. Las capillas entre los contrafuertes demuestran una vez más la audacia de los constructores, donde las nervaduras se convierten en nervios curvos, acusando influencias del gótico tardío, imprimiendo belleza y teatralidad al conjunto. En los interiores se pueden apreciar los retablos en piedras talladas del siglo XVI y los enterramientos de importantes personajes de la colonia, costumbre medieval europea que se mantuvo durante la colonia.
Como obra de arte excepcional se encuentra la Capilla de Nuestra Señora del Rosario, segunda del lado sur, joya arquitectónica que data del siglo XVII, Desde el portal de acceso, se aprecia la laboriosa talla en piedra con motivos religiosos de estilo plateresco tardío.

La bóveda que la cubre, totalmente realizada en piedra, está ornamentada con figuras del zodiaco, representación de las cuatro estaciones del año, encarnadas en cuatro grandes figuras con atributos mitológicos: Júpiter, Marte, Saturno y Mercurio, junto a otros signos del zodiaco, simbolizando los 12 meses del año. El sol (copia del sol Inca) en el centro, se destaca como forma principal y las estrellas esparcidas sobre la superficie cóncava, completan la decoración.
Sobre estas representaciones, nos dice Palm que son “únicas en el ambiente hispanoamericano, y excepcionales incluso en el arte religioso de la metrópoli después de la contrareforma”, puntualizando la importancia artística de esta obra de talla.

Este importante monasterio conserva intacto su claustro con todas las características originales. El patio, rodeado de una arcada, se mantiene bellamente ajardinado, de donde se accede a las habitaciones de los monjes, en cuyas puertas se encuentran los nombres de los primeros frailes que habitaron el sagrado recinto.

Este templo, terminado en 1535, es uno de los espacios más ricos en tallas decorativas en Santo Domingo, donde se exhiben excelentes tesoros del arte colonial, con gran valor histórico, formando parte del Patrimonio Cultural de la República Dominicana.

POR: Risoris Silvestre

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